Un incendio puede tener consecuencias catastróficas y costar millones de dólares por la interrupción de la actividad empresarial, así como provocar la trágica pérdida de vidas humanas y propiedades. La clave en la protección contra incendios es la mitigación del riesgo mediante una detección incipiente. Al detectar un incendio antes de que se propague, se puede poner en marcha una respuesta efectiva.
El mismo principio se aplica a la detección de gases. Este riesgo invisible se puede originar por la fuga de gases tóxicos, la falta de oxígeno o la presencia de vapores y gases inflamables. Cuando se detecta en una fase temprana, se pueden emprender medidas para proteger al personal y la propiedad.