La presión atmosférica disminuye a medida que la altitud aumenta, hasta que llega un punto en el que se vuelve incompatible con la fisiología humana. De ahí que sea preciso controlar tanto el nivel de presión reinante en la cabina como la rapidez con la que esta varía, para así poder proporcionar unos valores de presión adecuados para el confort y la seguridad de los pasajeros y la tripulación. Esto sucede de forma completamente automática en todas las fases de vuelo gracias al sistema de control de la presurización.