Ellos estaban riendo. Le gustaba hablar con ella de parapente porque siempre tenía esas ideas fantásticas que venían de la nada. Le estaba presentando su nueva silla carenada y esperaba en secreto que ella ayudaría a nombrarlo.
Ella lo estaba mirando. Era tan apasionado cuando hablaba de parapente. Sus ojos brillaban y ella sabía que estaba buscando su aprobación.
– “Este arnés es tan cómodo, aprieta por todas partes, ¡me hace pensar en una zapatilla pie de gato!” Él dijo.
– “¡Tío!” ella lo interrumpió: “¡No se puede hablar de un pie de gato para presentar algo tan cómodo!
– “¿Y porqué no?”
-“Porque cuando pienso en zapatillas para escalar”, hizo una mueca, “solo veo los dedos de los pies doloridos, ¡por eso!”
Se rascó la cabeza, parecía un poco decepcionado. Para él, la imagen del pie de gato encajaba bien con el producto: rígido y cómodo, ¡y sobre todo tan preciso! Sin embargo, de repente tuvo esta terrible visión de sus pies después de una ruta de varios largos. Ella tenía toda la razón.
Podía sentir que estaba un poco molesto. Estaba pensando mientras miraba sus pies. Se dio cuenta de que llevaba calcetines que no hacían juego. Uno estaba cubierto de limas brillantes, el otro era azul con nubes esponjosas. Miró sus calcetines. Estaban decorados con fresas rojas.
Tenía una idea, pero decidió crear una distracción. Ella lo besó y le dijo con su sexy acento francés: puedes dejarte los calcetines puestos…